martes, 21 de abril de 2020

LENGUA Y LITERATURA 2 "B" - PROF. CLAUDIA CHÁVEZ

CLASE ESPECIAL:
La clase de hoy la vamos a plantear como un alto, un stop, en toda la voragine de tareas que tuvimos desde que empezó esta cuarentena.
Como bien saben, cuando todo esto comenzó no vislumbrábamos el alcance del tiempo que estaríamos sin vernos y de las implicancias que ello acarrearía.
Cuando estamos juntos y juntas, en nuestro salón, no solo aprendemos conceptos de la materia sino que nos encontramos desde la mirada, compartimos momentos felices, nos divertimos, nos enojamos de vez en cuando también, nos damos el espacio para crecer y vivir con el otro y las otras. Por estos días, aunque medie la pantalla, y no faltan las interacciones que nos ofrece la tecnología nos está faltando esa parte más humana y más hermosa que supone compartir el salón de clases. Yo los y las extraño mucho. Y sé, que aunque a ustedes les dé un poco de pudor también, extrañan las clases tal y cual eran.
Pensando en eso, en lo importante que es humanizar estas clases y en lo fuera de lo común del momento que estamos atravesando, es que se me ocurrió hacer este Stop y preguntarles, preguntarte a vos que estás leyendo esta clase lo siguiente:

¿Cómo estás? ¿Cómo están en casa? ¿Te sentís bien? ¿Te preocupa algo?

Después de pensar en esta primera posibilidad de humanizar y devolverle a nuestros encuentros la magia que tenían (y que creo que poco podíamos darnos cuenta) se me ocurrió que desde mi materia podríamos dar un pasito más. Así nació la idea de hacer una “Bitácora de la cuarentena”. Y acá ustedes me dirán ¿qué es una bitácora? El señor Google, que todo lo sabe, sugiere dos respuestas:

1. Página web, generalmente de carácter personal, con una estructura cronológica que se actualiza regularmente y que se suele dedicar a tratar un tema concreto.

2. Armario o cajón fijo a la cubierta del barco y cercano al timón, en que se pone la brújula.

Creo que de las dos prefiero indudablemente la segunda acepción. Porque si bien la idea es escribir, hacerlo con una regularidad y compartirlo con todo el curso, me parece hermosa la intención que esta escritura colectiva que vamos a iniciar sea como un cajoncito cerca del timón del barco de nuestras vidas que esté cerca también de nuestra brújula. Y ya sé que me puse en “modo poética” pero... ¡¿Qué esperaban, soy profe de Literatura?!

Así que bueno, esta clase nos vamos a correr un poco de tantas Competencias Lingüísticas y tanto esquema de la Comunicación para habilitar un espacio y lugar para volver a encontrarnos con lo más lindo de ser parte de un curso e ir a una escuela: reconocernos como personas a quienes les importa el otro, la otra, que tiene al lado; que aprenden juntos/as y que crecen acompañados/as por las mismas o similares incertidumbres y experiencias.

La “super tarea” va a consistir, primero en responder las preguntas que les indiqué más arriba y segundo en ir escribiendo algún relato, alguna anécdota, algo, que quieran contar sobre cómo están llevando adelante esta cuarentena en la Bitácora de cuarentena.

Para dar el primer paso voy a comenzar yo... y aquí abro el juego para que ustedes también se animen. La idea no es que hagan algo similar a lo que yo escribí (o sí, si lo desean) sino que tengan plena libertad para expresarse. Pueden acompañar sus escritos con fotos, creo que sería una excelente idea, ustedes elijan.

Por último, me atrevo a saltar las distancias que a veces la escuela le impone a profes y alumnos/as y decirles: ¡Los y las quiero mucho, extraño los momentos en el aula!

Claudia
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Comparto con ustedes a continuación mi experiencia y el relato que escribí al respecto de la Cuarentena. 



Claudia Chávez, 21 de abril de 2020

¿Cómo estás? Estoy bien. O al menos eso respondo siempre que me preguntan. Podría decir no obstante que hace dos días me duele bastante la panza y no sé si es por nervios, angustia, estrés o porque estoy comiendo mucho. Debe ser un poco de todo.

¿Cómo están en casa? Afortunadamente todos y todas bien. La única con un “problemilla” fue Ursu, mi perra, que se lastimó una uña. Pero ya está bien.

¿Te preocupa algo? Sí, varias cosas. Algunas son tonterías, otras, más profundas, se relacionan con la salud de mi papá y mamá. Sobre con mi papá que es paciente de riesgo dado que tiene una cardiopatía.


Los venenitos 


Los venenitos son los frutos del Paraíso. Un árbol muy común en los barrios que se alejan un poco del centro de Rosario y que, para mi sorpresa, sé ahora que fueron importados desde Asia. Toda mi infancia jugué con ellos porque en el frente de la casa de mis padres había dos árboles enormes que siempre nos proveían del valioso objeto de divertimento.

Quienes como yo hayan crecido con este árbol saben que el Paraíso tiene en un determinado momento del año unas florcitas celeste-violetas que perfuman las veredas y el ingreso a cualquier hogar. Tras las flores primaverales devienen en verano y otoño los venenitos. Estos son una fuente inagotable de posibilidades lúdicas para cualquier niño que tenga la fortuna de jugar con ellos. Son mini pelotas de fútbol de dedos; pueden ser bolitas improvisadas; adquirir la entidad de proyectil para ser arrojados impunemente o ser un simple objeto para hacer blanco en cualquier huequito del que se disponga ¡Es increíble la habilidad que hay que tener para embocar venenitos en el ventiluz abierto de los vecinos! Hablo, claro está, con conocimiento de causa. Nada voy a decir de los rufianes que los utilizaban como municiones, gomera mediante, para terminar con la vida de los gorriones. Siempre me parecieron detestables aunque solo ahora entiendo que en aquel acto mediaba la ignorancia y la falta de ejemplo.

Lo cierto es que, de aquel cielo de juegos y venenitos, que es la infancia poco quedó al crecer. Volviendo sobre mis pasos, me doy cuenta que el contacto estrecho con estos pequeños frutos de mis otoños se debía, en gran medida, a la posibilidad del tiempo ocioso en las siestas de aquellos primeros años. Luego, cuando ya no tuve tiempo para jugar en la vereda con los vecinos; y las entradas y salidas de casa comenzaron a regirse por el apuro de no perder el colectivo o no llegar tarde a la facultad o el trabajo, los venenitos, y hasta los mismos paraísos, perdieron entidad frente a mis ojos. Seguían allí, por supuesto, pero la vida con mayores responsabilidades ya no me permitió reparar en ellos. Tanto así que llegué a olvidar que existían.
Cuando comencé a delinear mi vida adulta me mudé al centro. Donde en teoría todo queda cerca, es más accesible y se “gana tiempo” pues el trayecto al ámbito laboral es más corto que desde un barrio. Pero también allí, todos lo sabemos, no hay paraísos. A lo sumo enormes Plátanos que irrespetuosamente propician alergias varias. Pero Paraísos rotundamente no.

Esta cuarentena me trajo nuevamente a casa (les anticipo que el día de mañana podrán tener treinta y ocho años pero seguirán llamando “casa” al hogar de su infancia). Estoy acá, insisto, en casa. Tengo que lidiar con un servicio de internet deficiente para trabajar pero tengo una enorme ventaja: los venenitos.
Resulta que desde el balcón de mi habitación el Paraíso avanzó con sus brazos verdes hasta tocar no solo el motor del aire acondicionado sino también la ventana. Y por estos días en que el ventanal volvió a ser el refugio de mis lecturas las hojas y ramas del Paraíso me volvieron a mostrar a mis grandes compañeros. Fue verlos y sonreír cómplice, con una nostalgia contenida que confieso me hicieron temblar los ojos. Todavía existían, allí estaban. Y yo, que estoy especialmente predispuesta a los pensamientos que me movilizan desde que el encierro comenzó, vislumbré en pocos minutos cómo había transitado toda esta última parte de mi vida olvidándome de aquellos inseparables amigos de mi infancia.

Con ellos volvieron las siestas de juegos bajo el sol en el patio de casa. Con alguna que otra diferencia, convengamos que tengo más de tres décadas, casi cuatro, y que estamos en cuarentena. Mi hermana Analía no está en casa y Juani y Diana, mis vecinos, quienes eran los cómplices obvios en las guerras de venenitos, andan por estos días haciéndole frente a esta pandemia desde sus profesiones. Así que no cuento con ellos, no al menos por ahora. Pero Mami, con sesenta y dos, papi, con sesenta y ocho, mi hermana Belén, con treinta y un años, junto con mi sobrino Máximo de once son hoy mis flamantes coequipers.

Tengo ganas de salir y a veces me angustio mucho pero si algo le agradezco a esta cuarentena es haberme recordado que los venenitos existen, que están allí, en los dos Paraísos del frente de casa. Mi casa, desde donde hoy juego con parte de mi familia, como no lo hacía desde mi infancia, bajo el sol desvencijado de este otoño tan triste.

C. C.
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¿DÓNDE ENTREGO?
Tenés varias opciones:
*Por DM al Instagram: @yoestudioencasa
*En el Classroom: el código de nuestra clase es sfhtxoj
Elegí la que te esea más cómoda .

NO HAY FECHA DE ENTREGA PERO ES IMPORANTE QUE PARTICIPES


NUESTRA PRÓXIMA CLASE EN VIVO SERÁ EL MARTES 28 DE ABRIL A LAS 16 HS. Allí haremos un repaso rápido de esta clase y se explicarán las competencias que nos quedaron por explicar, también

¡Que tengan una excelente semana!

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