lunes, 29 de junio de 2020

4° año- Matemática

CURSO: 4° año
MATERIA: Matemática
PROFESORA: Vanesa García
CORREO ELECTRÓNICO: vanesareginagarcia@hotmail.com
CÓDIGO DE AULA: etutqfa

TÍTULO DE LA ACTIVIDAD: Tablas de frecuencias (Estadística)
FECHA DE ENTREGA: 08/07/20

Continuamos con Estadística!
Clickeá acá: "Tablas de frecuencias"




martes, 23 de junio de 2020

LENGUA Y LITERATURA 2 "B" - PROF. CLAUDIA CHÁVEZ

Este martes seguimos en la misma línea que comenzamos la semana pasada y nos sumergimos nuevamente en la Ciencia Ficción. En esta ocasión leeremos “Vendrán lluvias suaves”, del escritor estadounidense Ray Bradbury. De la misma manera en que lo hicimos con Asimov, en esta clase vamos a indagar sobre el autor, el género y uno de sus textos para poder ver los rasgos de esta forma de escribir tan peculiar con un ejemplo concreto.

Empezamos nuestro encuentro con la pregunta que no puede faltar:

¿Quién fue Ray Bradbury?

Este escritor nació el 22 de enero de 1920 en EE.UU. y falleció en 2012, después de haber vivido 92 fructíferos años. Fue un apasionado de las bibliotecas y los libros, tanto así que las visitaba asiduamente al tiempo que señaló que su formación se la debía enteramente a ellas; pues no cursó estudios universitarios. Fue un autodidacta que empezó a escribir desde muy joven y que nunca se apartó del camino de las letras.

Sus obras literarias, entre ellas las más conocidas “Crónicas marcianas” y “Fahrenheit 451”, nos permiten una reflexión sobre la tecnología y la forma en que nos relacionamos con el mundo. En sus textos hizo una gran crítica al racismo, la discriminación, la sociedad de consumo y tecnologizada donde la esencia humana está desdibujada. El relato que vas a leer hoy forma parte del libro “Crónicas marcianas”; no es un típico cuento donde te vas a encontrar con un principio, un nudo y un desenlace sino que más bien esta crónica será como una especie de fotografía sobre el estado en que se encuentra una casa de familia. Una vez que la leas posiblemente te quedes pensando qué pasó antes y qué va pasar después en esta casa tan particular.

Repaso: Ciencia Ficción y sus dos vertientes

En el post de la clase pasada vas a encontrar más información sobre este género pero es interesante hacer un breve repaso sobre las dos formas que puede adoptar este género antes de leer el relato de Bradbury que abordaremos a continuación.

Dentro del campo de la Ciencia Ficción se conocen dos corrientes o vertientes: la distópica y la utópica. La primera centra su temática en el sentimiento humano de pérdida y destrucción frente a la deshumanización que el “progreso” puede traer consigo. La segunda es la que tiene como tema los viajes en el tiempo, el espacio o las batallas interplanetarias, por ejemplo.


Guía de trabajo: “Vendrán lluvias suaves”, de Ray Bradbury

1. ¿Qué rasgos de este cuento nos hacen entender que estamos leyendo un texto de Ciencia Ficción?

2. ¿En qué vertiente de la Ciencia Ficción podemos ubicar a este cuento: aquella con un rasgo pesimista sobre el futuro de la humanidad (Distópica) o aquella que nos habla de otros mundos posibles (utópica)? ¿Por qué ?

3. ¿Quién cuenta la historia? ¿Alguien que la vivió, alguien que es testigo de lo que pasa o alguien que sabe absolutamente todo lo que ocurrió?

4. Optativo: Hacé un collage de cómo te imaginás a la casa.


Vendrán lluvias suaves


En el living, cantaba el reloj con voz: «tic-tac, las siete, arriba, ¡las siete!» como si temiera que nadie se levantara. Esa mañana la casa estaba vacía.

El reloj continuó con su tic-tac, repitiendo y repitiendo sus sonidos en el vacío. «Las siete y uno, el desayuno, ¡las siete y uno!»

En la cocina, el horno del desayuno dejó escapar un silbido y arrojó de su cálido interior ocho tostadas perfectamente hechas, ocho huevos perfectamente fritos, dieciséis tajadas de panceta, dos cafés y dos vasos de leche fresca.

«Hoy es 4 de agosto de 2026», dijo una segunda voz desde el cielo raso de la cocina, «en la ciudad de Allendale, California». Repitió la fecha tres veces para que todos la recordaran. «Hoy es el cumpleaños del señor Featherstone. Hoy es el aniversario del casamiento de Tilita. Hay que pagar el seguro, y también las cuentas de agua, gas y electricidad».

En algún lugar dentro de las paredes, los transmisores cambiaban, las cintas de memorias se deslizaban bajo los ojos eléctricos.

«Ocho y uno, tictac, ocho y uno, a la escuela, al trabajo, corran, ¡ocho y uno!» Pero no se oyeron portazos, ni las suaves pisadas de las zapatillas sobre las alfombras. Afuera llovía. La caja meteorológica en la puerta de entrada recitó suavemente: «Lluvia, lluvia, gotas, impermeables para hoy…» Y la lluvia caía sobre la casa vacía, despertando ecos.

Afuera, la puerta del garaje se levantó, sonó un timbre y reveló el auto preparado. Después de una larga espera la puerta volvió a bajar.

A las ocho y treinta los huevos estaban secos y las tostadas duras como una piedra. Una pala de aluminio los llevo a la pileta, donde recibieron un chorro de agua caliente y cayeron en una garganta de metal que los digirió y los llevó hasta el distante mar. Los platos sucios cayeron en la lavadora caliente y salieron perfectamente secos.

«Nueve y quince», cantó el reloj, «hora de limpiar».

De los reductos de la pared salieron diminutos ratones robots. Los pequeños animales de la limpieza, de goma y metal, se escurrieron por las habitaciones. Golpeaban contra los sillones, giraban sobre sus soportes sacudiendo las alfombras, absorbiendo suavemente el polvo oculto. Luego, como misteriosos invasores, volvieron a desaparecer en sus reductos. Sus ojos eléctricos rosados se esfumaron. La casa estaba limpia.

«Las diez». Salió el sol después de la lluvia. La casa estaba sola en una ciudad de escombros y cenizas. Era la única casa que había quedado en pie. Durante la noche, la ciudad en ruinas producía un resplandor radiactivo que se veía desde kilómetros de distancia.

«Las diez y quince». Los rociadores del jardín se convirtieron en fuentes doradas, llenando el aire suave de la mañana de ondas brillantes. El agua golpeaba contra los vidrios de las ventanas, corría por la pared del lado oeste, chamuscado, donde la casa se había quemado en forma pareja y había desaparecido la pintura blanca. Todo el lado occidental de la casa estaba negro, excepto en cinco lugares. Allí la silueta pintada de un hombre cortando el césped. Allá, como en una fotografía, una mujer inclinada, recogiendo flores. Un poco más adelante, sus imágenes quemadas en la madera, en un instante titánico, un niñito con las manos alzadas; un poco más arriba, la imagen de una pelota arrojada, y frente a él una niña, con las manos levantadas como para recibir esa pelota que nunca bajó.

Quedaban las cinco zonas de pintura; el hombre, la mujer, los niños, la pelota. El resto era una delgada capa de carbón.

El suave rociador llenó el jardín de luces que caían.

Hasta ese día, cuánta reserva había guardado la casa. Con cuánto cuidado había preguntado: «¿Quién anda? ¿Contraseña?», y al no recibir respuesta de los zorros solitarios y de los gatos que gemían, había cerrado sus ventanas y bajado las persianas con una preocupación de solterona por la autoprotección, casi lindante con la paranoia mecánica.

La casa se estremecía con cada sonido. Si un gorrión rozaba una ventana, la persiana se levantaba de golpe. ¡El pájaro, sobresaltado, huía! ¡No, ni siquiera un pájaro debía tocar la casa!

La casa era un altar con diez mil asistentes, grandes y pequeños, que reparaban y atendían, en grupos. Pero los dioses se habían marchado, y el ritual de la religión continuaba, sin sentido, inútil.

«Las doce del mediodía».

Un perro aulló, temblando, en el pórtico de entrada.

La puerta del frente reconoció la voz del perro y abrió. El perro, antes enorme y fornido, en ese momento flaco hasta los huesos y cubierto de llagas, entró en la casa y la recorrió, dejando huellas de barro. Detrás de él se escurrían furiosos ratones, enojados por tener que recoger barro, alterados por el inconveniente.

Porque ni un fragmento de hoja seca pasaba bajo la puerta sin que se abrieran de inmediato los paneles de las paredes y los ratones de limpieza, de cobre, saltaran rápidamente para hacer su tarea. El polvo, los pelos, los papeles, eran capturados de inmediato por sus diminutas mandíbulas de acero, y llevados a sus madrigueras. De allí, pasaban por tubos hasta el sótano, donde caían en un incinerador.

El perro subió corriendo la escalera, aullando histéricamente ante cada puerta, comprendiendo por fin, lo mismo que comprendía la casa, que allí sólo había silencio.

Husmeó el aire y arañó la puerta de la cocina. Detrás de la puerta, el horno estaba haciendo panqueques que llenaban la casa de un olor apetitoso mezclado con el aroma de la miel.

El perro echó espuma por la boca, tendido en el suelo, husmeando, con los ojos enrojecidos. Echó a correr locamente en círculos, mordiéndose la cola, lanzado a un frenesí, y cayó muerto. Estuvo una hora en el living.

«Las dos», cantó una voz.

Percibiendo delicadamente la descomposición, los regimientos de ratones salieron silenciosamente, como hojas grises en medio de un viento eléctrico…

«Las dos y quince».

El perro había desaparecido.

En el sótano, el incinerador resplandeció de pronto con un remolino de chispas que saltaron por la chimenea.

«Las dos y treinta y cinco».

De las paredes del patio brotaron mesas de bridge. Cayeron naipes sobre la felpa, en una lluvia de piques, diamantes, tréboles y corazones. Apareció una exposición de Martinis en una mesa de roble, y saladitos. Se oía música.

Pero las mesas estaban en silencio, y nadie tocaba los naipes.

A las cuatro, las mesas se plegaron como grandes mariposas y volvieron a entrar en los paneles de la pared.

«Cuatro y treinta»

Las paredes del cuarto de los niños brillaban.

Aparecían formas de animales: jirafas amarillas, leones azules, antílopes rosados, panteras lilas que daban volteretas en una sustancia de cristal. Las paredes eran de vidrio. Se llenaban de color y fantasía. El rollo oculto de una película giraba silenciosamente, y las paredes cobraban vida. El piso del cuarto parecía una pradera. Sobre ella corrían cucarachas de aluminio y grillos de hierro, y en el aire cálido y tranquilo las mariposas de delicada textura aleteaban entre los fuertes aromas que dejaban los animales… Había un ruido como de una gran colmena amarilla de abejas dentro de un hueco oscuro, el ronroneo perezoso de un león. Y de pronto el ruido de las patas de un okapi y el murmullo de la fresca lluvia en la jungla, y el ruido de pezuñas en el pasto seco del verano. Luego las paredes se disolvían para transformarse en campos de pasto seco, kilómetros y kilómetros bajo un interminable cielo caluroso. Los animales se retiraban a los matorrales y a los pozos de agua.

Era la hora de los niños.

«Las cinco». La bañera se llenó de agua caliente y cristalina.

«Las seis, las siete, las ocho». La vajilla de la cena se colocó en su lugar como por arte de magia, y en el estudio hubo un click. En la mesa de metal frente a la chimenea, donde en ese momento chisporroteaban las llamas, saltó un cigarro, con un centímetro de ceniza gris en la punta, esperando.

«Las nueve». Las camas calentaron sus circuitos ocultos, porque las noches eran frías en esa zona.

«Las nueve y cinco». Habló una voz desde el cielo raso del estudio: «Señora Mc Clellan, ¿qué poema desea esta noche?»

La casa estaba en silencio.

La voz dijo por fin:

«Ya que usted no expresa su preferencia, elegiré un poema al azar». Comenzó a oírse una suave música de fondo. «Sara Teasdale. Según recuerdo, su favorito…»

Vendrán las lluvias suaves y el olor a tierra
Y el leve ruido del vuelo de las golondrinas

El canto nocturno de los sapos en los charcos
La trémula blancura del ciruelo silvestre

Los ruiseñores con sus plumas de fuego
Silbando sus caprichos en la alambrada

Y ninguno sabrá si hay guerra
Ni le importará el final, cuando termine

A nadie le importaría, ni al pájaro ni al árbol,
Si desapareciera la humanidad

Ni la primavera, al despertar al alba,
Se enteraría de que ya no estamos.

El fuego ardía en la chimenea de piedra y el cigarro cayó en un montículo de ceniza en el cenicero. Los sillones vacíos se miraban entre las paredes silenciosas, y sonaba la música. A las diez la casa comenzó a apagarse.

Soplaba el viento. Una rama caída de un árbol golpeó contra la ventana de la cocina. Un frasco de solvente se hizo añicos sobre la cocina. ¡La habitación ardió en un instante!

«¡Fuego!» gritó una voz. Se encendieron las luces de la casa, las bombas de agua de los cielos rasos comenzaron a funcionar. Pero el solvente se extendió sobre el linóleo, lamiendo, devorando, bajo la puerta de la cocina, mientras las voces continuaban gritando al unísono: «¡Fuego, fuego, fuego!»

La casa trataba de salvarse. Las puertas se cerraban herméticamente, pero el calor rompió las ventanas y el viento soplaba y avivaba el fuego.

La casa cedió mientras el fuego, en diez mil millones de chispas furiosas, se trasladaba con llameante facilidad de una habitación a otra y luego subía la escalera. Mientras las ratas de agua se escurrían y chillaban desde las paredes, proyectaban su agua, y corrían a buscar más. Y los rociadores de la pared soltaban sus chorros de lluvia mecánica.

Pero demasiado tarde. En alguna parte, con un suspiro, una bomba se detuvo. La lluvia bienhechora cesó. La reserva de agua que había llenado los baños y había lavado los platos durante muchos días silenciosos se había terminado.

El fuego subía la escalera, creciendo, se alimentaba en los Picasso y los Matisse de las salas del piso alto, como si fueran manjares, quemando los óleos, tostando tiernamente las telas hasta convertirlas en despojos negros.

¡El fuego ya llegaba a las camas, a las ventanas, cambiaba los colores de los cortinados!

Luego, aparecieron los refuerzos.

Desde las puertas-trampa del altillo, los rostros ciegos de los robots miraban con sus bocas abiertas de donde salía una sustancia química verde.

El fuego retrocedió, como habría retrocedido hasta un elefante a la vista de una serpiente muerta. En ese momento había veinte serpientes ondulando por el suelo, matando el fuego con un claro y frío veneno de espuma verde.

Pero el fuego era inteligente. Había lanzado llamas fuera de la casa, que subieron al altillo donde estaban las bombas. ¡Una explosión! El cerebro del altillo que dirigía las bombas quedó destrozado.

El fuego volvió a todos los armarios y las ropas colgadas en ellos.

La casa se estremeció, hasta sus huesos de roble, su esqueleto desnudo se encogía con el calor, sus cables, sus nervios salían a la luz como si un cirujano hubiera abierto la piel para dejar las venas y los capilares rojos temblando en el aire escaldado. «¡Auxilio, auxilio!» «¡Fuego!» «¡Rápido, rápido!»

El calor quebraba los espejos como si fueran el primer hielo delgado del invierno. Y las voces gemían, «fuego, fuego, corran, corran», como una trágica canción infantil.

Y las voces morían mientras los cables saltaban de sus envolturas como castañas calientes. Una, dos, tres, cuatro, cinco voces murieron y ya no se oyó ninguna.

En el cuarto de los niños ardió la jungla. Rugieron los leones azules, saltaron las jirafas púrpuras. Las panteras corrían en círculos, cambiando de color, y diez millones de animales, corriendo frente al fuego, se desvanecieron en un lejano río humeante…

Murieron diez voces más. En el último instante, bajo la avalancha de fuego, se oían otros coros, indiferentes, que anunciaban la hora, tocaban música, cortaban el pasto con una máquina a control remoto, o abrían y cerraban frenéticamente una sombrilla, cerraban y abrían la puerta del frente, sucedían mil cosas, como en una relojería donde cada reloj da locamente la hora antes o después de otro. Era una escena de confusión maníaca, pero sin embargo una unidad; cantos, gritos, los últimos ratones de la limpieza que se abalanzaban valientemente a llevarse las feas cenizas… y una voz, con sublime indiferencia ante la situación, leía poemas en voz alta en el estudio en llamas, hasta que se quemaron todos los rollos de películas, hasta que todos los cables se achicharraron y saltaron los circuitos.

El fuego hizo estallar la casa que se derrumbó de golpe, en medio de las olas de chispas y humo.

En la cocina, un instante antes de la lluvia de fuego y madera, pudo verse al horno preparando el desayuno en escala psicopática, diez docenas de huevos, seis panes convertidos en tostadas, veinte docenas de tajadas de panceta, que, devorados por el fuego, ponían a funcionar nuevamente al horno, que silbaba histéricamente…

La explosión. El altillo que caía sobre la cocina y la sala. La sala sobre el subsuelo, el subsuelo sobre el segundo subsuelo. El freezer, un sillón, rollos de películas, circuitos, camas, todo convertido en esqueletos en un montón de escombros, muy abajo.

Humo y silencio. Gran cantidad de humo.

La débil luz del amanecer apareció por el este. Entre las ruinas, una sola pared quedaba en pie. Dentro de la pared, una última voz decía, una y otra vez, mientras salía el sol, iluminando el humeante montón de escombros:

«Hoy es 5 de agosto de 2026, hoy es 5 de agosto de 2026, hoy es…»

Ray Bradbury

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NUESTRA PRÓXIMA CLASE EN VIVO SERÁ EL MARTES 30 DE JUNIO A LAS 16 HS.


¡Que tengan una excelente semana!








Matemática 3º A y 3º B


Hacer click en el siguiente enlace: Actividad Nº 5

Matemática 1º A, 1º B y 1º C


Hacer click en el siguiente enlace: Actividad Nº 6

viernes, 19 de junio de 2020

Todos los martes nos encontramos en las redes para juntos y juntas abrazar un nuevo texto literario. En esta ocasión vamos a leer “Asnos estúpidos”, del escritor estadounidense Isaac Asimov. Este texto nos va permitir dar el primer paso al mundo de la Ciencia Ficción, un género que generalmente conocemos a través de películas.

Comencemos nuestra clase con la tradicional pregunta:


¿Quién fue Isaac Asimov?

Isaac nació el 2 de enero de 1920 en Petrovichi, Rusia y falleció hace relativamente poco, en 1992 en EE. UU. A los 3 años su familia viajó a New York y desde entonces vivió allí, adoptando con el tiempo la ciudadanía estadounidense.

Además de escritor fue profesor de Bioquímica y muchos de los rasgos de su literatura ponen de manifiesto su formación científica. Escribió muchísimo y siempre que pudo publicó, tanto literatura como ensayos propios de su trabajo científico en la Universidad de Boston. Fue un gran divulgador científico que propició a través de la literatura historias que llegaron a muchísimas personas. En sus textos los robots, los avances tecnológicos, tienen un protagonismo especial y una tarea fundamental en tanto son quienes nos permiten pensar la responsabilidad que la humanidad tiene en el cuidado del medio ambiente y del planeta. El cuento que leeremos hoy tiene esta impronta.

Sobre la Ciencia Ficción

La Ciencia Ficción es un género que relata historias donde el avance de la ciencia y la tecnología tienen un papel indiscutible. Los argumentos de estas obras giran en torno a cómo la vida de los seres humanos fue o es modificada a partir de la ciencia y la tecnología. La mayoría de estos textos se sitúan en el futuro, hacen alusión a un mundo o mundos diferentes al que ya conocemos.

Habitualmente tienen como temas los viajes a través del tiempo y el espacio; la vida en otros planetas; las posibles modificaciones en el cuerpo humano, la posibilidad de encontrar vida en otros planetas; las invasiones extraterrestres; las guerras interplanetarias; la vida de la humanidad en estrecha relación con las máquinas; etc. Todos estos temas seguro te trajeron a la memoria un montón de películas. Y ello es así porque el cine fue y es terreno fértil para estas historias.

Dentro del campo de la Ciencia Ficción se conocen dos corrientes: la distópica y la utópica. La primera centra su temática en el sentimiento humano de pérdida y destrucción frente a la deshumanización que el “progreso” puede traer consigo. La segunda es la que tiene como tema los viajes en el tiempo, el espacio o las batallas interplanetarias, por ejemplo.


Guía de trabajo: “Asnos estúpidos”, de Isaac Asimov

1. ¿Por qué crees que estos cuentos pertenecen al género de Ciencia Ficción?

2. Enumera tres elementos que nos permitan identificar en el relato que estamos frente a una historia de Ciencia ficción.

3. Planea brevemente cómo podrían continuar la historia.


Asnos estúpidos”


Naron, de la longeva raza rigeliana, era el cuarto de su estirpe que llevaba los anales galácticos. Tenía en su poder el gran libro que contenía la lista de las numerosas razas de todas las galaxias que habían adquirido el don de la inteligencia, y el libro, mucho menor, en el que figuraban las que habían llegado a la madurez y poseían méritos para formar parte de la Federación Galáctica. En el primer libro habían tachado algunos nombres anotados con anterioridad: los de las razas que, por el motivo que fuere, habían fracasado. La mala fortuna, las deficiencias bioquímicas o biofísicas, la falta de adaptación social se cobraban su tributo. Sin embargo, en el libro pequeño nunca se había tenido que tachar ninguno de los nombres anotados.

En aquel momento, Naron, enormemente corpulento e increíblemente anciano, levantó la vista al notar que se acercaba un mensajero.

-Naron -saludó el mensajero-. ¡Gran Señor!

-Bueno, bueno, ¿qué hay? Menos ceremonias.

-Otro grupo de organismos ha llegado a la madurez.

-Estupendo, estupendo. Hoy en día ascienden muy aprisa. Apenas pasa año sin que llegue un grupo nuevo. ¿Quiénes son?

El mensajero dio el número clave de la galaxia y las coordenadas del mundo en cuestión.

-Ah, sí -dijo Naron- lo conozco.

Y con buena letra cursiva anotó el dato en el primer libro, trasladando luego el nombre del planeta al segundo. Utilizaba, como de costumbre, el nombre bajo el cual era conocido el planeta por la fracción más numerosa de sus propios habitantes.

Escribió, pues: La Tierra.

-Estas criaturas nuevas -dijo luego- han establecido un récord. Ningún otro grupo ha pasado tan rápidamente de la inteligencia a la madurez. No será una equivocación, espero.

-De ningún modo, señor -respondió el mensajero.

-Han llegado al conocimiento de la energía termonuclear, ¿no es cierto?

-Sí, señor.

-Bien, ese es el requisito -Naron soltó una risita-. Sus naves sondearán pronto el espacio y se pondrán en contacto con la Federación.

-En realidad, señor -dijo el mensajero con renuencia-, los observadores nos comunican que todavía no han penetrado en el espacio.

Naron se quedó atónito.

-¿Ni poco ni mucho? ¿No tienen siquiera una estación espacial?

-Todavía no, señor.

-Pero si poseen la energía termonuclear, ¿dónde realizan las pruebas y las explosiones?

-En su propio planeta, señor.

Naron se irguió en sus seis metros de estatura y tronó:

-¿En su propio planeta?

-Si, señor.

Con gesto pausado, Naron sacó la pluma y tachó con una raya la última anotación en el libro pequeño. Era un hecho sin precedentes; pero es que Naron era muy sabio y capaz de ver lo inevitable, como nadie, en la galaxia.

-¡Asnos estúpidos! -murmuró.

Isaac Asimov 

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NUESTRA PRÓXIMA CLASE EN VIVO SERÁ EL MARTES 23 DE JUNIO A LAS 16 HS.


¡Que tengan una excelente semana!


jueves, 18 de junio de 2020

4° año- Matemática


FECHA LÍMITE DE ENTREGA: 29/06/2020
PROFESORA: GARCÍA, VANESA
Correo electrónico: vanesareginagarcia@hotmail.com
Código de Classroom: etutqfa
Comenzamos con un nuevo tema y al regresar a clases retomaremos el anterior. Recuerden consultar sus dudas!
Para ver la actividad, hacer click aquí:

Estadística




miércoles, 17 de junio de 2020

BIOLOGIA 1°C y 1°B

Buenos días chicas y chicos. Espero que ustedes y su familia se encuentren bien. Les envío la nueva actividad sobre teorías actuales sobre el origen de la vida. Es una actividad sencilla, dos hojas para leer y las respuestas las encuentran allí. Luego hay un ejercicio de aplicación de lo aprendido. Puse como fecha de entrega el 30/6, se puede entregar antes también. lo puede subir al classroom o al e-mail a mbelenbrandoni@hotmail.com Siempre aclarando nombre y apellido.

ACCEDAN AL SIGUIENTE ENLACE

https://docs.google.com/document/d/1U8g4HRapDF6fkiHhWkspWHFmOM7DGgkYLYbruKULJHA/edit?usp=sharing

(Seleccionan todo el enlace y ponen: ir a https://......)

Cualquier duda me consultan.
Saludos!!!
La profe Belén.


lunes, 15 de junio de 2020

Historia 2° “A” y 2° “B” Trabajo N°5.          Profesor Fabricio Sosa (3416222819)
                                                                        email: cancionde2x3@gmail.com


Código de HISTORIA 2° “A” en el Classrom: fpdkrly


Código de HISTORIA 2° “B” en el Classrom: qv7ptsk


Fecha de entrega: Hasta el 30 Junio de 2020

Trabajo N°5 “Los Incas” (páginas 60 y 61)

1.    ¿Qué es la hegemonía?
2.    ¿Qué desarrollaron los Incas?
3.    ¿Dónde Tiene su origen el imperio Incas?
4.    Explicar la administración centralizada del imperio.
5.    ¿Qué funciones realizaba el soberano?
6.    Nombrar los 4 países de actuales, que integraron el Imperio Inca. (Ver el mapa)
7.    ¿Qué era un ayllu?.
8.    Definir las 4 clases de la sociedad Inca.
9.    ¿Cómo era el trabajo comunitario?
10. ¿Qué funciones debían realizar los niños y las niñas?
11.  ¿Qué era la mita? ¿Quiénes trabajan allí?
12.  ¿Qué actividades realizaban los mayores de 50 años?








Historia 4” A” Trabajo N°6.                   Profesor Fabricio Sosa (3416222819)
                                                                                            email: cancionde2x3@gmail.com
Código del Classrom: jxnghrj


Fecha de entrega:  hasta el 30 de junio de 2020

Trabajo N°6 “La Primera Guerra Mundial”

1.       ¿A qué se llamó Gran Guerra?
2.       ¿Qué sucedió el 28 de junio de 1914?
3.       ¿Cómo se llaman y quiénes integraron cada uno de los bandos?
4.       Definir los 3 frentes donde se desarrollaron las principales batallas.  (Occidental, Oriental y Pacífico),    
5.       ¿Qué es un Armisticio?
6.       Definir las 4 etapas de la guerra.
7.       ¿Para qué se usaron los aviones?
8.       ¿Qué fue la Feminización de la mano de obra?
9.       ¿Qué función tenía la mujer hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial?
10.   ¿A quiénes y por qué la Fabrica excluyo a las mujeres?
11.   ¿Qué derechos políticos tenían las mujeres?
12.    Leer todos los puntos y luego seleccionar cuatro puntos del programa de paz del presidente Wilson de los Estados Unidos.