martes, 20 de octubre de 2020

LENGUA Y LITERATURA 2 "B" - PROF. CLAUDIA CHÁVEZ (RESIDENTE CAMILA CALGATERRA)

La clase que leerán a continuación fue desarrolalda por la Prof. Camila Calgaterra, residente que comenzó acompañar nuestras prácticas desde hace ya tiempo y que fue oportunamente presentada. 

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Como mencionamos anteriormente, durante las próximas clases vamos a trabajar en torno al eje transversal ambiente. Esta clase en particular pertenece al bloque 2 de trabajos interdisciplinarios integrados por diferentes materias (Lengua y Literatura, inglés, Matemática, Formación Ética y Educación Tecnológica) Aquí seguiremos trabajando en torno a cómo se relaciona el ser humano con la naturaleza.

Hoy vamos a conocer al escritor argentino Haroldo Conti denominado muchas veces como ‘’el escritor del río’’. Leamos con atención su biografía:


Por un tiempo tuvo una casa en las orillas del Tigre y fue desde allí donde se inspiró para crear su primera novela llamada Sudeste (1940). Este autor conocía como pocos el mundo del Delta del Paraná, el cual abarca la región que recorre el Río Paraná entre las provincias de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires. Él sabía cuáles eran los buenos lugares para pescar y cuáles los atajos y los rincones ignorados de las islas y era un aficionado por contar historias de la vida cotidiana que transcurrían en el interior de la provincia.   

Haroldo Conti nació en Chacabuco, provincia de Buenos Aires en 1925. En 1976 fue detenido por un grupo de las Fuerzas Armadas y desde entonces está desaparecido. Cada 24 de marzo lo recordamos como uno de los escritores víctima de la última dictadura cívico militar autoproclamada “Proceso de Reorganización Nacional”.   

Su literatura se caracteriza por representar de manera realista las historias que cuentan. En este tipo de género literario, generalmente el autor o autora parte de la observación directa de su entorno y lo refleja en sus obras con verosimilitud, es decir, lo más creíble posible. Para ello utiliza diferentes recursos lingüísticos como las descripciones literarias ¿Qué son?   

Los y las invito a leer un fragmento de su novela Sudeste para analizarla juntos.


LECTURA DE HOY:  Sudeste (Fragmento), de Haroldo Conti

No se puede decir que el río cambie de una manera en invierno y de otra manera en verano. Cambia. Eso es todo. Las islas, por el contrario, parecen distintas con cada estación que llega. No solo por la intensidad del verde, en el verano, sino por algo mucho más sutil. En el invierno, desde el río abierto, se pierden en una lejanía brumosa. De pronto están, de pronto no están. Uno duda del río y piensa que es imposible llegar alguna vez, a pesar de toda esa tenue ansiedad que lo aísla y lo mece y lo acongoja en parte. Más bien son un borde ilusorio, una sombra que oscila con el horizonte, hacia el oeste. Si por fin logra acercarse, entonces parecen todavía más remotas, habitadas por el silencio y la soledad y por una tristeza irreparable. 

En el invierno la luz se refugia en lo alto. Amanece y oscurece en lo más encumbrado del cielo, muy lejos de la superficie. En verano sucede lo contrario. La luz comienza a brotar de las mismas islas y, empujando por allí, desborda hacia el resto del día. En la mitad de la mañana, las islas parecen alegres barcazas mecidas por el agua. Si uno navega hacia las islas, navega hacia la claridad. Y hacia ese extraño bullicio que ha ido cobrando intensidad a medida que madura el estío. 

Todo esto sucede en forma imperceptible. Esto de la madurez. Uno mismo es invierno, uno mismo es verano. Pero, de cualquier forma, está bastante claro que todo proviene del norte. La ansiedad y el bullicio y la propia luz. Toda esa exaltación y ese frenesí del verano. 

Entre la media mañana y la media tarde, las islas brillan con una luz intensa y pareja, adormecidas al sol. Parecen un poco chatas. Un trazo de luz, un trazo de sombra. Nada de medios tonos. El aire sofoca. La arena en las playas cruje levemente. Hay un silencio espeso e hirviente. La atmósfera es arriba diáfana, pero a ras del suelo vibra y ondula de manera extraña. Luego el silencio se transforma en un zumbido interminable. Pero esto es una parte del verano. En el amanecer y en el anochecer, el día da lo mejor de sí. Y después queda la noche. La brisa del amanecer es fresca y el pescador se estremece levemente. Llega desde el río y sobresalta a las islas. Entonces comienza ese bullicio y ese cosquilleo en la sangre y esa ansiedad que empuja al hombre hacia el horizonte. Un ángel, o algo por el estilo, acaba de pasar rozando el agua y los cabellos revueltos del hombre adormilado dentro del bote. Es demasiado veloz para los ojos del hombre y vino hendiendo la media luz del amanecer, que hace confusas todas las cosas. Apenas se siente el roce, pero es suficiente para turbarlo a uno. Ahora debe estar allá, hacia el norte, detrás de las primeras islas. Lo convoca a uno y lo apremia. Es necesario partir. 

El Delta del Paraná, en su parte más ancha, apenas alcanza a los 70 kilómetros. Pero eso es tan solo el principio. La cosa va mucho más allá: 3.282 kilómetros por el Paraná y 1.580 kilómetros por el Uruguay. Y no es seguro que todo termine allí.

Sin embargo, no tiene sentido medir con esta medida. Un avión, un P11 o el minúsculo

J3, que toma altura hacia el noroeste, desde el aeródromo de San Fernando, antes de los cuatrocientos metros, cuando todavía está ganando altura, divisa el Paraná de las Palmas y es posible que, cortando motor, lo sobrepase con el planeo. Un balandro que parte de la costa a media mañana y se propone llegar a Punta Morán, en la boca del Paraná, tropieza a menudo con tantos obstáculos que recién llega al otro día.

Si el viento no es decididamente favorable, comenzará a echar largos bordes que lo aproximen imperceptiblemente. A mediodía navega en pleno río, con la costa siempre a la vista y probablemente en una dirección distinta. La costa se reduce más y más. Es apenas una línea fluctuante. Ahora parece que el balandro está en medio del mar. Que no marcha hacia nada, sino más bien que se aleja de todo. Durante la mañana alcanzó a situarse frente a Buenos Aires. Tuvo todo ese tiempo el cerco brumoso de sus edificios emergiendo por el lado de estribor, a veces casi a proa, como un barco gris con sus grandes chimeneas bajo esa constante nubecita de humo que es su verdadero cielo. Después de mediodía, viró hacia el norte. Ahora navega ciñendo o de bolina. Como sigan así las cosas, al término de este larguísimo borde saldrá a Punta Morán. Por ahora está en medio del río. Como en medio del mar. Cuando el barco cabecea se siente un breve chasquido bajo la roda. El viento silba en las jarcias sin darse un respiro, como si eso lo divirtiera. Las velas se mantienen combadas y a veces se sacuden. Uno siente en la propia sangre aquella pareja y constante presión. Aquí y allá, vacilando en la lejanía, aparecen puntos imprecisos que uno ubica ansiosamente sobre las cartas. Es increíble el efecto que produce una boya o una baliza avizorada a lo lejos. Toda la ansiedad se concentra sobre ese punto impreciso, al que se le asigna un significado tremendo. Pero si uno lo observa con demasiado detenimiento, desaparece. Está oscureciendo. Los puntos comienzan a guiñar. Hay algo cálido y hasta tierno en cada resplandor. El barco navega ahora en la noche. El río es oscuro y torvo. Enfila hacia una boya con destellos blancos. La silueta negra crece y se bambolea como un fantasma. Cuando pasa al lado, se nota el siseo del agua resbalando contra sus bordes. Estas enormes boyas sobrecogen un poco. Su luz es amable a la distancia, pero una vez cerca, erguidas como un peñasco, tienen un aspecto sombrío. Aunque faltara la boya, uno presiente que el agua es aquí profunda y arrolladora. El balandro está cruzando el canal del Paraná y la presión de la corriente le obliga a corregir la deriva. Es noche completa. El cielo parece más poblado que toda esta soledad con sus lejanos destellos. Las estrellas parecen muy bajas y más próximas. Resbalan lentamente hacia el sur. Después del canal vienen los bancos con un metro apenas de agua y, a ratos, menos. Conviene echar el ancla. Cuando amanezca, aparecerá Punta Morán por delante, pero todavía lejos. Con el repunte, se puede cruzar el Bajo del Temor. 

Sí. Es un tiempo distinto y una medida distinta. Las distancias se dilatan y la meta se aleja con uno. En mitad del camino todo es remoto. El punto de partida, el punto de arribada.

        (FIN DEL FRAGMENTO)

Disponible en el siguiente enlace


Luego de la lectura, reflexionen sobre el relato y respondan:

1) ¿Qué tipo de narrador presenta la historia?  

2) El escritor en su novela nos cuenta sobre ‘’los hombres del río’’ ¡Quiénes son estas personas? ¿Quiénes viven o trabajan en el río y en las islas?  

3) Hay muchas descripciones sobre el paisaje, sobre el espacio y el tiempo del río. Elige y transcribe una frase o párrafo que te haya gustado.  

4) Te propongo que cuentes cuál es la flora y la fauna del Paraná. Para ello podes buscar imágenes de La cuenca del delta del Paraná u observar desde la costa de nuestra ciudad el Río Paraná y las islas. Con la información que recolectaste o solo con tu imaginación deberás producir un texto breve que nos cuente qué animales habitan esta zona y su vegetación (flores, plantas, árboles, etc). Podes tener en cuenta lo trabajado en otras materias en torno a los humedales.   

Sugerencia extra: Te invito a escuchar la canción “Río Marrón” del cantautor Jorge Fandermole. Él nació en Pueblo Andino, pero desarrolló su carrera en Rosario e integra la famosa “Trova rosarina”. En el video podés observar bellas imágenes de nuestro Paraná:  


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¿DÓNDE ENTREGO?

Tenés varias opciones:

* A mi mail: profesoraclaudiachavez@gmail.com

* Por DM al Instagram: @yoestudioencasa

* En el Classroom: el código de nuestra clase es sfhtxoj

Elegí la que te sea más cómoda.

NUESTRA PRÓXIMA CLASE EN VIVO SERÁ EL MARTES 27 DE OCTUBRE A LAS 16 HS.


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